El profesor Hugh Herr estaba haciendo el camino de Santiago hace un año cuando le empezaron a llegar mensajes de sus alumnos en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) sobre laexplosión en el maratón de Boston. Al principio, creía que era una broma. Después, tan lejos, se sintió impotente. Pero también sabía que él acabaría ayudando a los supervivientes.
Las bombas mataron a un niño y a dos chicas e hirieron a 264 personas, entre ellas a 16 que se quedaron sin piernas.
Herr sabía lo que sentían. Con 17 años, se perdió cuatro días en una montaña de New Hampshire en medio de una tormenta a 30 grados bajo cero. Sobrevivió, pero sus piernas fueron amputadas por la congelación. Entregado alpinista, el adolescente construyó piezas de madera y metal para que sus piernas prostéticas le permitieran volver a escalar. Traumatizado por la muerte de un voluntario del equipo que le rescató, también decidió emplearse a fondo en ayudar. Estudió en el MIT y hoy, 32 años después del accidente, dirige un laboratorio que crea revolucionarias piernas biónicas.
Cuando volvió a Boston el año pasado, escribió un artículo en el Wall Street Journal para decirle a los supervivientes que podrían volver a andar, bailar o correr gracias a la tecnología. En junio, dio una conferencia a la que estaban invitadas las víctimas y sus familiares. En el público se sentaba Adrianne Haslet-Davis, una profesora de bailes de salón que estaba animando a los maratonianos cerca de la línea de meta con su marido y perdió una pierna en la explosión. Con timidez, se acercó al ponente después de la charla. Herr había hablado con muchas víctimas de Boston, pero la chica le impresionó.
Una pasión truncada por la explosión
-Estaba muy claro que tenía una pasión en su vida antes del atentado que tenía que continuar también después. Yo conectaba con esa pasión. Cuando perdí mis piernas, quería seguir con mi pasión. Lo entendía muy bien emocionalmente-, explica Herr a EL MUNDO.
Su equipo de 35 personas en el MIT se concentra en construir piernas, rodillas y tobillos conectados con sensores a los nervios que quedan en los muñones y que todavía son capaces de transmitir las órdenes del movimiento exacto que querrían hacer con su pierna ausente. Su último invento se llama BiOM y es capaz de imitar el movimiento de los músculos que ya no existen con un cálculo concienzudo de la presión en cada paso de personas de la misma altura, peso y características que el afectado. Las piernas están hechas de silicona, titanio, aluminio y carbono, tienen sus propias baterías y están programadas con información descargada en un ordenador.
El laboratorio del MIT atiende a unos 400 pacientes veteranos de Irak y Afganistán y para ellos los técnicos han aprendido a emular los movimientos para caminar y correr, pero ésta era la primera vez que se dedicaban al baile. Para Haslet-Davis, tuvieron que estudiar horas y horas de grabación de bailarines y así entender la presión y los cambios que tendría que hacer el programa cargado a través de un chip en las piernas biónicas. -Caminar es muy repetitivo. Bailar es muy variado. Ante cualquier error, Adrianne se caería-, explica Herr, que utiliza varios tipos de piernas para caminar, hacer alpinismo o nadar. -El alpinismo es como una danza vertical-, cuenta.
Se sintió como una niña
La bailarina, que ahora tiene 33 años, dice que la primera vez que entró en el laboratorio de Herr se sintió como una niña al ver cómo podía recuperar su vida. El profesor le dejó probarse sus piernas y la llevó a dar un paseo y ella se puso a gritar de la emoción. La primera sesión en que consiguió dar unos pasos de baile llamó a Herr sin apenas poder creerlo. -Es un amigo-, dice sobre el hombre que ha conseguido que vuelva a la pista de baile.
A finales de marzo, la joven se puso un vestido de flecos, unas bailarinas planas y salió a hacer una demostración con su pareja de baile en el escenario de una conferencia de tecnología y diseño en Vancouver. Sonaba una rumba, Ring My Bell, de Enrique Iglesias.
-Hicieron falta sólo tres segundos y medio para que los criminales y cobardes la sacaran de la pista de baile. Nos costó 200 días volverla a poner allí-, explica Herr.
Su mantra es que todas las personas tienen -el derecho a vivir sin discapacidad- y que –una persona nunca puede romperse, sino que es nuestra tecnología la que está rota-.
Su obsesión ahora es conseguir baterías que duren más y tejidos más cómodos para adaptar la pierna biónica al cuerpo. Busca más financiación para sus proyectos y que más seguros incluyan sus prótesis en la cobertura de accidentes. La pierna biónica más moderna cuesta unos 50.000 dólares (unos 36.000 euros).
Para Herr, la mayor satisfacción es ver a la bailarina feliz. También sabe que el camino es el largo y la atención constante del exterior no siempre ayuda.
La chica fue la estrella invitada al programa de Meet The Press de la NBC. Hizo dos peticiones: que la llamaran -superviviente- y no -víctima- y que nadie mencionara el nombre de los acusados del atentado, los hermanos Dzhojar y Tamerlan Tsarnaev, que ella nunca ha pronunciado. La cadena no cumplió y la chica abandonó el plató llorando. -Cambiemos de idioma para honrar a los supervivientes y no concentrarnos en los criminales-, pidió después.
Fuente: el mundo