La utilización de impresoras de tres dimensiones permitirá abaratar hasta lo inimaginable el precio de las prótesis que precisan quienes han sido amputados o tienen una deformación, lo que sin duda revolucionará “un mercado inflado” al que muchos no tienen acceso.
Así lo cree firmemente Abraham Otero, coordinador del Grado en Ingeniería Biomédica de la Escuela Politécnica Superior de la UniversidadCeu San Pablo y que trabaja en el laboratorio FabLab Madrid CEU de la red mundial de laboratorios del Center for Bits and Atoms del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Como único socio español de la ONG Enabling the Future (dedicada a facilitar prótesis a niños de familias sin recursos), este laboratorio ya ha implantado su primera mano a un niño de 6 años de Santander, y actualmente trabaja en la fabricación de varias prótesis más.
Según Otero, este tipo de “prótesis pasivas cuestan en el mercado 9.000 euros, y nosotros la hemos valorado en 40”. Es cierto que en el FAB se trabaja de forma voluntaria para este proyecto, pero aun así “la utilización de PLA (material plástico para las impresoras 3D) supone una reducción de costes que democratizará el sector, muy relevante sobre todo si nos referimos a niños, que crecen y posiblemente cada año o cada dos años necesiten cambiarlas”.
“¿Cuántas familias pueden afrontar un pago de 9.000 euros al año?”, se preguntó. Además, esta mano -igual que las demás que prepara el laboratorio- se ha fabricado a medida, a partir de las fotografías que envían las familias, con lo que no es necesario que un niño encuentre en el mercado la prótesis que mejor pueda adaptarse a él. “Aquí cada pieza la diseñamos e imprimimos a medida”, explicó.
RETOS DE FUTURO
El laboratorio FAB trabaja también en el diseño y producción de prótesis activas, esto es, capaces de generar movimiento. Dentro de un mes esperan tener listo el primer prototipo de antebrazo completo que, a diferencia de la mano protésica que podía doblar los dedos al mover la muñeca (que el niño conservaba intacta), precisa un pequeño motor y un hardwino para conseguir la prensión.
En concreto, este antebrazo está rodeado por una pequeña banda elástica que contiene un sensor, capaz de detectar las señales de electromiograma que envían los músculos al moverse.
El sensor se comunica con el hardwino (pequeño ordenador), que a su vez activa el motor para provocar la prensión de la mano. Así, el usuario puede doblar los dedos con un pequeño movimiento de su hombro y estirarlos con el movimiento contrario.
“Las versiones más baratas y básicas de este tipo de prótesis cuestan 15.000 euros en el mercado, de ahí para arriba, cuando la nuestra oscilará entre 200 y 250 euros”, explica Otero. La razón de su mayor precio es que, además del material de fabricación, incorpora componentes electrónicos.
En opinión de Otero, el actual mercado de las prótesis “está inflado y se aprovecha de la falta de oferta”, por lo que la generalización de este tipo de tecnología “sin duda lo abaratará y hará mucho más accesible”.
En Reino Unido ya existe una startup que comercializa prótesis activas por 900 libras (una décima parte del precio de las convencionales más baratas). Además, cree que la impresión en 3D resultará de gran utilidad en países de África subsahariana, donde un alto porcentaje de su población ha sufrido amputaciones por las guerras y el precio actual resulta prohibitivo.
“Ya hay ONG que trabajan con nuestra red para facilitar prótesis a amputados en Sudán“, señaló Otero, con la ventaja añadida de que “podemos diseñar a partir de fotografías, sin que la persona tenga que estar presente, y de una forma mucho más rápida”.
De hecho, la mayor parte del proceso se debe al tiempo que tarda la impresora en escupir el plástico fundido con el que fabrica las piezas, explicó. “Las posibilidades, sobre todo para niños, son increíbles”, concluyó.
(SERVIMEDIA)
Fuente: lainformacion.com