Junto a las dificultades inherentes a cualquier discapacidad, sensorial o física, las personas con una minusvalía sufren, siempre, una mayor vulnerabilidad frente a cualquier patología y una importante indefensión emocional para acudir a un centro de salud o a un hospital y, además, su carencia suele aportar mayor fragilidad de salud, más enfermedades y, en muchos casos, más dificultades para hacer visibles sus dolencias y para comunicarse. Frente a estas debilidades está la inseguridad del profesional sanitario respecto al trato adecuado, la palabra no ofensiva o, simplemente, el hacerse entender. Pues ¿cómo comunicarse con un autista, controlar los movimientos de defensa frente al dolor de una intervención de un pequeño con síndrome de Down o hacer una revisión ginecológica a una mujer que sufre esquizofrenia?
Desde luego no son problemas que lleguen todos los días a una consulta; pero sí situaciones más difíciles que lo cotidiano y que requieren ciertas habilidades y conocimientos específicos para dar respuesta humana y sanitaria adecuada a ese 10,8% de población que, según datos facilitados por Cermi, la confederación que aglutina las asociaciones de diversos tipos de discapacidad, se estima que tiene algún tipo de problema en este sentido.
Formación
Para dar respuesta a estas situaciones, la Consejería de Sanidad, diversas organizaciones del sector y el Colegio de Médicos de Valladolid organizan cursos específicos, el último ha sido sobre los problemas de personas sordas, pero también se han celebrado en el último año sobre trastornos mentales, síndrome de Down, autismo y discapacidad física y la Junta tiene previsto continuar en septiembre con esta línea de formación.
En general, la salud de la persona discapacitada es más endeble. Las personas en silla de ruedas, los lesionados medulares, suman a sus obvios problemas, trastornos urinarios y disfunciones intestinales, osteoporosis, trombosis venosas y alteraciones de la vida sexual y reproductiva, entre otras, sin olvidar los problemas psicológicos. Sin embargo, estos pacientes son los que menos dificultades suponen para el profesional sanitario.
Son los que ofrecen distancias de comunicación los más difíciles. Así, explica el presidente del Colegio de Médicos de Valladolid, y facultativo de Familia, Antonio Otero, que «las situaciones más difíciles las tenemos con personas sordomudas porque aunque vienen acompañadas por traductores, el contacto es así menos personal y, en ocasiones, el paciente busca una intimidad de consulta por problemas de confidencialidad que no logra si llega con su madre, por ejemplo», explica. Recuerda así la consulta de una joven que buscaba anticonceptivos y que su madre no se enterara, yo no la entendía y se lo decía y la tensión y el nerviosismo fue aumentando… le di papel y bolígrafo finalmente y como no me podía oír, las opciones las resolvimos con folletos». «La incomunicación genera mucha ansiedad, en ambas partes». Y, en este sentido, los niños autistas son los más difíciles, no expresan el dolor, no comunican dónde, cuánto, cómo…
Compañía
Conocer, ayuda. Así, quien ha pasado ya por estos cursos sabe que las personas ciegas, que suelen llevar acompañante de la ONCE por otra parte, necesitan que «les indiques cada maniobra que un facultativo o enfermera les ve a hacer. Si le anuncias que abra la boca que vas a mirar la garganta o que le vas a auscultar resulta fácil». Los enfermos mentales tienen en su contra problemas generalmente asociados a su propia patología, derivados de ella y que no son una prioridad en su caso porque están íntimamente ligados a la ansiedad, depresión o angustia. Por ello, es más frecuente que sean fumadores o padezcan obesidad; «pero no insistes en estos hábitos de salud demasiado porque no puedes desestabilizarlos, hay prioridades», destaca el doctor Otero.
Ginecología es una especialidad que se enfrenta, por las delicadas exploraciones que requiere, a situaciones comprometidas y aunque el especialista, sobre todo cuando es hombre, siempre tiene a la enfermera de apoyo, las revisiones de mujeres con enfermedad mental son muy difíciles porque las interpretaciones de la intervención médica son, en ocasiones, irracionales y malinterpretadas. Ahí, el verdadero mal rato lo pasa el médico.
En el caso de las personas con síndrome de Down son sus dificultades para entender la práctica médica lo que endurece la situación, sobre todo cuando es inevitable producirles dolor como ocurre, y de forma muy habitual por el deterioro de su salud buco-dental, con el mantenimiento sano de sus dientes. Empastes, extracciones u ortodoncias suelen obligar a una anestesia general. Sin embargo, destaca Otero, «para otras exploraciones, y pese a que son recelosos, te los puedes ganar bien porque aceptan muy bien las muestras de cariño».
La directora de Planificación Sanitaria, Ana Hernando, responsable de estos cursos, destaca que estas jornadas «permiten profundizar en la patología asociada de estas personas» y que «está resultando muy útil porque facilita a los profesionales una visión general para después facilitar técnicas de abordaje, aprender a relacionarse, buscar intermediarios, afrontar un paciente agresivo». Hernando destaca la alta participación y demanda registrada en estos cursos.
Francisco Sardón, desde Cermi, destaca que «se trata del reconocimiento de las especificidades de cada discapacidad y el reconocimiento de que los profesionales, en todas sus escalas, han de formarse en el tratamiento de cada una».
«Es importante profundizar en las patologías asociadas a estas personas y los profesionales han demostrado gran interés por aprender».
«Aunque no es un problema cotidiano, es muy útil conocer herramientas para manejar situaciones difíciles, sobre todo de comunicación»
«Supone un ejemplo de colaboración entre Sanidad y asociaciones y un reconocimiento a las especificidades de las personas con discapacidad»
Fuente: El Norte de Castilla. http://www.elnortedecastilla.es/v/20110612/castilla-leon/fragilidad-discapacitados-20110612.html