Desde niña había pensado que el ser madre sería una de mis metas. Sabía que iba a ser complicado, encontrar la persona idónea para ese menester, que todo saliese bien, que pudiese sacarlos adelante…
Me presento:
Empezaremos por el principio, la decisión de mi maternidad fue por partida doble, doble problema. Uno el más liviano diríamos que era mi doble amputación femoral y otro más complicado que era que mi amputación era debida a una malformación congénita. Yo intuía que algo pasaba porque para mas inri, mi hermana pequeña también está afectada de malformación congénita, en una mano tiene tres dedos y en otra cuatro, le llaman pinza de cangrejo. En términos médicos es ectrodactilia y sindactilia.
Yo nací sin tibias, con los pies completamente deformados y girados hacia atrás, ahhh también me falta un dedo en la mano derecha. Así que hay que ser un poco tonta para darse cuenta que algo pasaba. Antes de casarme intenté de saber la causa del problema ya que mi madre no había tomado nada durante los embarazos pero también en mi familia éramos los dos casos que se recordaban.
Fui a un ginecólogo que me puso en contacto con la unidad de genética del Hospital de mi Ciudad, allí me dijeron poco, solo que era un problema genético que se podía repetir con una incidencia de un 10% y que el caso más extremo sería que naciese un bebé sin extremidades. Ellos se ponían a disposición mía, si tomaba la decisión de tener un hijo para hacerme un seguimiento en los primeros meses de embarazo y ver en que condiciones venía el feto a través de las ecografías, después era decisión mía también el seguir adelante o no con el embarazo si había algún problema.
Pues nada, lo pensamos mi marido y yo y no te creas que mucho, no sé si fue una locura o una irresponsabilidad por mi parte ahora que lo veo pasado los años, pero si te diré que en ese momento tenía la absoluta tranquilidad de que todo iba a salir bien, era como un presentimiento, no sé como explicarlo.
Pensé también el la posibilidad que existía de que no viniese un bebé sano, y llegué a la conclusión que aunque mi vida iba a ser mucho más difícil y complicada no era la persona más apropiada para negarle la vida a una personita que iba a nacer como yo lo hice. No me hubiese gustado que mi madre me hubiese negado el estar aquí. Seguramente si hubiese pasado, hubiese necesitado la ayuda de todos mucho más y mi vida hubiese sido diferente, pero como decía antes, existía en mí una tranquilidad interior de que eso no iba a pasar.
También desde aquel momento, cambió mi forma de pensar en torno al aborto, mi familia muy creyente nos ha inculcado desde pequeños el derecho a la vida sea como sea, pero esta circunstancia cambió mi punto de vista y ahora pienso que es una decisión personal muy complicada, difícil y soy mucho más comprensible con toda aquella mujer que decide abortar.
Pues nada, me casé y a los 5 meses estaba embarazada. No quería esperar mucho por que no sabía como iba a desarrollarse mi vida con un embarazo, dos prótesis etc. y cuanto más joven me pusiese en ello pues mucho mejor. Tuve a mi hija con 27 años. Me puse en manos del mejor ginecólogo de la zona, anteponiéndole mis riesgos. Tuve un seguimiento del embarazo exhaustivo, con ecografías meticulosas que desde que se podía ver las extremidades iban contándole los deditos al bebé, viendo si todos los huesos de las extremidades estaban bien y demás.
Me inundaba la alegría al saber en aquella primera ecografía en la que ya estaba formado el feto, el saber que todo estaba perfecto, aunque yo ya lo intuía.
Una doble madre-amputada
El primer embarazo: Mi primer embarazo fue bien, con las típicas molestias del mismo, náuseas, vómitos, me cogió algo mas gordita, la tuve a finales de Julio, pasé una calor que todavía me acuerdo, de dormir algunas noches en el suelo con la almohada, además al final me daban vértigos cuando miraba hacia arriba o me acostaba, pero bueno normal en una embarazada.
En cuanto al tema de mi situación con las protes pues fenomenal, no me engordaron mucho los muñones y seguí con los mismos encajes todo el embarazo, hacía la vida normal, con un poco más de cuidado de no caerme, más pesada, me costaba más moverme, más cansada, pero soy dura de pelar jajajajaja.
Al principio del embarazo para hacer algún ejercicio me iba con mi hermana a pasear, me daba unos paseos que llegaba a casa muerta, pero ya según fue aumentando la tripa le dije, que ya no podía más. Por lo demás, hacía mi vida diaria igual que antes de tener la tripa gorda. Quizás me costase más pero lo hacía. Lástima que no tengo escáner si no os mandaba una foto con mi tripa gorda.
En cuanto al parto, yo sabía que no iba a ser algo normal, que seguramente mi ginecólogo era la primera vez que se veía con este tipo de paciente, un día le pregunté si mi parto iba a ser normal y me contestó que ya cuando llegara el momento se decidiría. La mayoría de los médicos hablan poco, y este era uno de esos.
Tenía revisión el día que cumplía, yo ya llevaba un par de días muy molesta, cuando llegué a la consulta me hicieron una eco y vieron que la niña estaba sufriendo, tenía dos vueltas de cordón en el cuello y su postura no había variado, venía de nalgas, igualito que vine yo. Además ya me estaban dando contracciones, así que una cesárea de urgencia. Llegué a las 8 de la mañana y a las 10 ya estaba Carmen en el mundo.
Entré con las protes en el quirófano, allí me las quité y cuando desperté porque fue anestesia general estaba en la cama con la niña en la cunita.
Creo que ha sido uno de los días más felices de mi vida.
El post parto pues muy bien, cuando pude incorporarme me coloqué mis protes y con la ayuda de mi marido pues empezar a ponerte de pie y caminar. Recuerdo la sensación al levantarme y caminar, parecía que flotaba, “que peso me había quitado de encima”. Durante el embarazo no noté el peso que había cogido tan bruscamente como al ponerme de pié después de tener a la niña, fue algo más progresivo y el cuerpo pienso que se fue habituando poco a poco a la nueva situación. Pero después si que noté el cambio brusco de estar mucho más ligera.
Ejerciendo de madre: La niña lloraba como una condenada, estaba muerta de hambre y creo que las cesáreas hacen que la leche suba más lentamente, así que decidí pasar a los biberones y fue santo milagro, la niña se hartaba, dormía y yo podía descansar también.
Ya sé que la leche materna es mucho mejor pero lo angustioso que es tener a un bebé llorando y el pecho sin salir nada.
Luego cuando me dieron el alta pues a casita con uno más, que necesita mucho tiempo y cuidados.
Tengo la suerte de tener a mi familia muy cerquita, y mi marido que ha sido un regalo del destino. Ellos han hecho que todo haya sido mucho más fácil, aunque también diré que no he necesitado una persona las 24 horas del día a mi lado, solo en ocasiones puntuales.
Cuando Carmen era bebé, mi madre venía y la bañaba ella. Como vivo en un piso, pues para bajar y subir al bebé también necesitaba alguien que lo hiciese. Pero para darle el biberón, cambiarle los pañales etc. no he necesitado ayuda.
Me hice de un cuquito con ruedas que lo llevaba donde yo quería, al dormitorio, al salón, a la cocina. Todo es cuestión de tácticas, dicen que mas vale maña que fuerza. Para pasearla, pues con mi marido, por los alrededores de casa sola como solo utilizo un bastón me hice de un coche con buena dirección y podía manejarlo yo sola. Ya ves que todo es cuestión de echarle coraje.
Luego viene lo peor, cuando empiezan a correr, que no hay quien les coja, imagínate yo. Pero para eso han estado siempre mi familia, amigas etc. echándome un cable.
Más tarde, cuando los niños van adquiriendo razón son muy inteligentes y saben adaptarse a las circunstancias. Saben que hay que esperar a mamá, que hay que andar a su paso etc. Aunque de vez en cuando se les olvida o con el juego se hacen los locos jajajajaja.
Una doble madre-amputada
Madre por segunda vez: Con el paso del tiempo, no quería que mi niña estuviese sola, no quería que se criara sin un hermanito, no me hubiese gustado.
Era vuelta a lo mismo, los mismos riesgos, el mismo dilema.
Cuando Carmen tenía ya 6 años nos decidimos a tentar al diablo por segunda vez. “¿Qué locura verdad?”
Nos pusimos manos a la obra otra vez y a los dos meses dio el análisis positivo.
De nuevo te puedo asegurar que estaba totalmente tranquila. Son unas de las decisiones más importantes de mi vida y en las que he estado más tranquila que nunca. Este embarazo fue muchísimo mejor que el primero en cuanto a malestares propios, estaba más delgada, cogí menos peso, total que fantástico. Seguí con mis protes todo el tiempo como en el anterior. Ahora sí lo programé para que me cogiese en invierno y no pasar el calor que sufrí anteriormente. Nació en Diciembre, justo antes de Navidad.
Fue una cesárea programada, por que según me dijo el ginecólogo que era ya el hijo del anterior pues este se había jubilado, después de una cesárea no se arriesgaba a un parto por miedo a que se desgarrara el útero que había pasado en alguna ocasión.
No sé cuanto de cierto habría en eso o era por no arriesgarse a un parto diferente sin saber como podría yo responder con mis fuerzas y sin mis piernas a parir. Lo que sí fue también precioso por que en esta ocasión me pusieron epidural o rakis como me dijo el anestesista. Vi salir a mi niño todo sonrosadito y precioso. Al saber que iba a ser cesárea programada le indiqué al médico que hiciese una ligadura de trompas.
Ya había cumplido mis sueños, no podía arriesgarme más y tres son familia numerosa ya. Todo lo demás igual que antes. La recuperación del parto mucho mejor con la epidural. Y esto es todo.
Sueño cumplido: Desde niña había pensado que el ser madre sería una de mis metas. Sabía que iba a ser complicado, encontrar la persona idónea para ese menester, que todo saliese bien, que pudiese sacarlos adelante, en fin todo lo que implica ser madre sin dos piernas.
Creo que me puedo sentir orgullosa, he recibido mucho a cambio de lo que me faltaba cuando nací.
No juego a los cupones, la lotería, primitiva, bonoloto y demás por que ya me ha tocado varias veces.
Espero que sirva de ayuda a muchas amputadas y que tengan la misma experiencia que yo.
Una doble madre-amputada.