El dolor actúa como señal de alarma que nos advierte de una lesión o de que algo no funciona correctamente en nuestro cuerpo. En principio, se trata de un valioso aliado que nos ayuda a preservar nuestro organismo, pero en ocasiones este mecanismo de defensa parece ir por libre y puede acabar convirtiéndose en nuestro peor enemigo.
Uno de los casos más paradójicos de dolor es el que experimentan muchas personas en miembros que les han sido amputados ¿Cómo es posible que duela un brazo o una pierna inexistente? La realidad es que los fenómenos fantasma están ampliamente documentados y ponen en evidencia que, si bien, una parte del cuerpo puede seccionarse en minutos, eliminar los circuitos neurológicos que comunicaban este miembro con el cerebro no se produce a la misma velocidad. El cerebro no se modifica de un segundo al siguiente.
En las personas que han sufrido una amputación de alguno de sus miembros es muy común, sobre todo al principio, que se produzcan las sensaciones conocidas como fantasma, que pueden ir desde el dolor al hormigueo o los calambres, entre otras. Afortunadamente en la mayoría de los casos suelen desaparecer con el paso del tiempo, pero no siempre es así, en ocasiones el dolor persiste, y cuando esto sucede y se convierte en crónico, supone un grave deterioro de la calidad de vida del que lo sufre y un desafío para la medicina.
«El cerebro siempre está activo», explica Mercedes Martínez-Jauand, doctora en Neurociencias por la UIB y co-fundadora de la empresa BIPSIN, «por lo que desde que sucede el traumatismo hasta que el cerebro se adapta al cambio se producen sensaciones desadaptativas como las que aparecen en el dolor fantasma. Aunque el miembro haya desaparecido el cerebro todavía no lo ha entendido, porque la plasticidad necesita un tiempo y esta es la causa de que ocurran estas ilusiones perceptivas. No se ha producido el cambio plástico».
«En la mayoría de los afectados los síntomas van desapareciendo paulatinamente, sobre todo cuando incorporan la prótesis», continúa, «pero hay un pequeño porcentaje en los que se desencadena un dolor que persiste y, aunque sean una minoría, su tratamiento supone un gran reto. No funcionan los fármacos y las terapias intervencionistas a nivel medular en estos casos tampoco dan resultados, porque la sensibilización ya no está en la periferia sino en el cerebro ¿Qué pasa con estos pacientes? ¿Qué podemos hacer para tratar un miembro que no existe?».
Estas personas emiten una orden motora «Movamos el brazo hacia arriba», pero la orden no se corresponde con el feedback visual -lo que ellos perciben a través de la vista- y, es precisamente esta falta de correspondencia, lo que desencadena la percepción de dolor.
El neurólogo Ramachandran propuso emplear un espejo que reprodujese visualmente el miembro que falta para crear la ilusión perceptiva de que la persona tiene ambas extremidades.
Cuando se llevan a cabo ejercicios simétricos frente a un espejo que está reproduciendo la mano o la pierna inexistente se consigue romper esa falta de correspondencia y el dolor disminuye al instante. «Lo hemos comprobado con una persona con dolor postamputación en la pierna», comenta Martínez-Jauand. «y la reducción es prácticamente inmediata, pero cuando retiramos el espejo reaparece. Además, si le pedimos que cierre los ojos vuelve a surgir el dolor, aunque realice el movimiento, por lo que requiere ese circuito por vía visual».
La buena noticia es que la realización continuada de estos ejercicios, junto con otro tipo de prácticas, ayuda a las neuronas a readaptarse. En la empresa BIPSIN (BioPsychological Instruments and Services) han desarrollado toda una serie de protocolos de intervención que integran la ilusión visual, la somatosensorial, la estimulación asincrónica y técnicas de biofeedback, entre otras, que buscan entrenar al cerebro para que reordene las conexiones neuronales con el miembro fantasma, buscando, de esta forma, eliminar esa percepción anormal y dolorosa.
«Es un programa muy estructurado», destaca Martínez-Jauand, «en el que hacemos rehabilitación espacial, entrenamiento en discriminación, imaginería mental, visualización de vídeos en los que los pacientes ven a otras personas estimular el miembro que a ellos les falta. En definitiva, todos los frentes que se pueden abordar para cambiar la neuroplasticidad que provoca este síndrome».
Uno de los motivos por los que comenzaron con este proyecto, fue la existencia de un grupo de siete personas con dolor crónico postamputación que acudieron a su equipo de investigación de la UIB preguntando si había algún método innovador para tratar este síndrome. A partir de ese momento empezaron a perfilar la terapia motora graduada porque el doctor Pedro Montoya, catedrático de Psicología Biológica de la UIB, ya había trabajado este tema en sus investigaciones. «Sabemos que las prácticas con espejos se llevan a cabo puntualmente en algunas clínicas de rehabilitación», informa Martínez-Jauand, «pero una terapia continuada, como la que nosotros realizamos, en España no existe. El protocolo, y una base de datos muy amplia que nos permite contrastarlo, es una de las transferencias que tenemos con la UIB».
El tratamiento del dolor fantasma es uno de los servicios que ofrece BIPSIN, pero no el único. La empresa ha desarrollado también una pequeña cartera de productos dentro del campo del dolor y de la innovación, alguno de ellos muy novedosos. La herramienta DoloSentitive pericial, por ejemplo, consiste en una evaluación sensorial cuantitativa (QST del inglés Quantitative Sensory Testing), no invasiva y estandarizada dirigida objetivar secuelas en el padecimiento crónico de dolor.
«Cuando un paciente dice que le continúa doliendo una hernia que ha sido tratada, no existen herramientas que lo puedan evaluar, porque la ciencia no ha sido capaz de desarrollar nada para demostrarlo», aclara Martínez-Jauand, «es un campo en el limbo. DoloSentitive mide umbrales psicofísicos en respuesta al dolor. Evaluamos frío, calor, presión, sensibilidad táctil, diferentes modalidades sensoriales de muchas formas, en ambos laterales del cuerpo y en distintas zonas. Si existe una sensibilización generalizada -se produce cuando se trata de un dolor crónico prolongado- con esta herramienta se detecta. Son los síntomas que a nivel clínico se conocen como alodinia (percibir dolor ante estímulos que en sí mismos no son dolorosos) e hiperalgesia, indicativos de dolor neuropático y consecuencia del padecimiento crónico del dolor. Pero si existe un patrón de incongruencia también se detecta. Es un procedimiento objetivo y validado científicamente, algo más que lo que los médicos, los jueces o los abogados tenían hasta el momento».
Este test es de especial importancia en pacientes con dolor crónico sin causa orgánica detectable tales como pacientes con Síndrome de Fibromialgia, dolor fantasma postamputacion o dolor regional complejo. Representan una ayuda a la exploración médica de los pacientes con alteraciones del sistema nervioso y permiten confirmar la impresión clínica en caso de una compresión nerviosa y el nivel de la misma.
«Esta herramienta, que en sus inicios queríamos que fuera meramente diagnóstica, ha resultado ser muy futurista y con aplicaciones en el campo forense. Además la combinamos con pruebas neuropsicológicas donde detectamos también patrones de incongruencia» concluye Martínez-Jauand.
Fuente: ELMUNDO